Tratar de recrear los sueños molestos que me han hecho despertar de golpe a esta hora de la madrugada (03:05 a.m.) no es nada agradable. A horas del pago del mes y sin nada que beber para aguantar las horas que quedan para salir de la cama y emprender de nuevo el viaje a un laburo que a ratos se vuelve insoportable por lo largo (casi 10 horas diarias) no me queda mas que conformarme con echar una mirada a los diarios de internet y mirar la pantalla de la t.v. vacía, sin nada que distraiga ni que entorpezca la mente o la canse. De dormir de nuevo, solo las esperanzas.
La hora del insomnio volvió y quizás para quedarse. Hace años creí haber vencido a este enemigo bendito pero ha vuelto como un perro sin amo a mi lado para demostrarme que lo que soy realmente no ha muerto ni menos ésta dormido. Soy un escritor, eso me lo recuerda, un escritor que merece la maldición del insomnio crónico y de un invierno que hiele las horas de ida y venida del trabajo a la casa. Soy un escritor de las horas a oscuras, del jazz a media luz y de mi pipa encendida. Y por mas que intente ser otro, o fingir ser otro, la realidad es mas fuerte que la ficción de la vida real.
El insomnio es por ende parte mía, tanto como mis lentes, mis novelas, mis comics y mis putas de papel fotográfico. No puedes negar lo que eres, y en todo caso no lo he hecho nunca. Simplemente lo había ido olvidando en la rutina de los días de trabajo que no acaban, en las horas de pega en que te sumergen la cabeza en conceptos que no son tuyos para lavarte el cerebro con cosas como la moral, la patria y esas mierdas. Trabajo en lo que trabajo por la plata, nada mas. A veces uno pierde el horizonte en ésta pega. Con tantos “genios” hablándote huevadas a la cara terminas adormeciéndote y creyendo sus mentiras de la patria, la bandera y los himnos. Nada de eso soy yo. La necesidad tiene cara de hereje, y en este caso es verdad, mas que verdad, es un hecho.
De vez en cuando debo recordármelo pese a tener a mi alrededor una pila de libros, comics y playboys, pese a tener un montón de cds, dvds y vinilos con música de verdad rodeándome. Debo mirar a ese del espejo y olvidar un rato el uniforme del trabajo, las malas caras y lo demás. Antes que todo estoy yo, eso es lo importante. No soy un ente, no soy una pieza de un engranaje donde no importa si estoy o no. Soy alguien, no algo, y esa conciencia de individualidad que tratan de quitarnos día a día es lo que aun no pierdo. Si en algún momento lo olvido no es mas que momentáneo alzaimer laboral. Un ente. Un engranaje. Eso dicen estos “genios” que con su mucho tiempo libre, sus buenos sueldos, sus oficinas con calefacción y sillones caros, con secretarias, chofer y casa pagada por el gobierno quieren que uno crea. Ellos que visten con ropa que pagamos los que trabajamos, ellos que no saben cuanto vale un litro de bencina, ellos que no deben levantarse a las 4:30 para ir al trabajo ni menos tienen idea lo que es estar a la intemperie 3 o 4 o hasta 5 horas con una temperatura de -3 grados. Ellos, los que exigen pero nunca han cumplido. La “clase dominante”, los patrones del fundo, los hijos de puta…
El insomnio saca lo mejor de mi. Se ha visto antes y se ésta volviendo a ver ahora. No importa si no tengo nada que beber para pasar las horas, estoy vivo, respiro y escribo. Es lo que soy lo que importa. Es lo que pienso lo que importa.
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