Ido, metido en mi música, de pronto noto subir al vagón a una dama, una señorita muy bien vestida, con una de esas ropas como de oficinista, no, era como de jefa de oficinistas, o de secretaria de alto ejecutivo, un traje muy bien hecho, muy fino, muy a su medida perfecta, y ella se pone frente a mí, yo oigo la música, ella no me mira, nadie me mira en realidad, estoy metido en lo mío, como siempre, oyendo a Slayer, odiando al mundo, la miro, miro a la que esta mas allá, porque hace rato que estoy solo, que estoy libre, que no abrazo a nadie, que nada de nada, y la miro. Ella no se fijaría en mí, no soy de su tipo, que seguramente es un tipo ejecutivo, un ingeniero, un abogado, un médico, uno de esos, el vagón esta repleto, hace una calor infernal, pero no me importa, tengo frío, hace rato que tengo frío, hace rato que la miro y me mira de reojo y me hago el tonto porque seguramente no me mira a mí, sino lo que hay allá afuera del vagón del metro, los carteles de las estaciones que pasan y pasan, la gente que entra y que sale y que se amontona y nos aprieta, ella se afirma, yo no, porque voy apoyado en la puerta que da al lado que no se abre del vagón. El metro para, gente que baja, gente que sube… la miro, es bonita, más que bonita, es fina, es blanca, tiene unos ojos claros, una mirada un tanto nerviosa… me imagino que es abogada, o doctora, o ejecutiva, porque el traje es fino, porque tiene un anillo con una joya de verdad, no de esas de la calle, eso lo sé porque las conozco, y me mira cuando no la miro, es la 8ª vez que hace eso, las he contado, yo la miro de nuevo, su pelo castaño claro, sus facciones finas, oigo ahora a Queen, ella está cerca mío, imagino que escucha lo que yo escucho cuando el vagón se detiene y su ruido no entorpece mis ondas sonoras, estoy en lo mío. Hace rato que estoy solo. Que estoy libre, que soy un nuevo hombre, pero solo. Imagino que no quiero esa soledad, imagino que tal vez ella y yo… en un mundo paralelo, porqué ella no se fijaría en alguien como yo, tan cuatro ojos, tan de negro, tan ajeno al mundo de ella que da miedo. La gente sube y baja, de pronto ella llega a mi lado acomodándose de los empujones, me mira, me sonríe, yo le respondo, me dice algo, que linda, seguro no es a mí, escucho de nuevo a Mikel Erentxun, me mira, me sonríe, me habla, es a mi quien habla, me saco un audífono, su voz llega a mi mientras el vagón vuelve a moverse. Su voz, que linda, me pregunta si me conoce, le digo que no, sonrío, ojala así fuera, se allega a mí violentamente porque alguien más empujó. Es la hora punta, hora de mierda, hace calor, me dice que me conoce de algún lado, la miro a los ojos, tiene algo familiar, aparte de su belleza, me pregunta si no soy “Klaus”, le digo que ese es mi nombre, sonríe, entonces nos conocemos, me dice, la miro mas, sonríe, por la cresta que es linda, que es fina, que es bien hablada. Me siento mínimo ante ella, como un perro de la calle frente a una perrita de raza, otro empujón, se afirma de mi brazo, le pregunto su nombre, me dice que Bernardita… que si no estudie ahí, me dice, y vuelvo 15 años en el tiempo… no sé su nombre… le digo que disculpe, pero no recuerdo, que soy malo con los nombres, cuando no es así, la miro, por la cresta que es linda, y fina, y que bien huele, es un perfume caro, como su ropa, como su anillo y su cartera. Que pololeaba con Fernando, me dice, tu amigo del taller de música…
Un torbellino de recuerdos me inunda, y sale su rostro de entre la niebla. Y recuerdo a mi amigo, que no era tan amigo, y recuerdo que él murió poco antes de terminar la carrera que seguíamos, que lo habían atropellado a la salida del instituto, y me muerdo, le digo que perdona, ya me acuerdo, ¿A dónde vas? Me dice, que en realidad a ningún lado, y ella, que voy a casa, si la acompaño, que está sola porque su hijo está en el colegio todavía y que es temprano… le digo que sí, no se porqué, no puedo decirle a una mujer que no. Nos bajamos en Escuela Militar, conversamos de la vida, de las cosas, de lo que hemos hecho, me dice que se acuerda de mi porque andaba siempre callado, que con una guitarra o con un libro, que qué es de Carola, mi ex de esa época, que no sé, le digo, no duró mucho eso… salimos del metro, me dice que su depto queda cerca, no pregunto en qué trabaja, me dice con alegría que me veo bien, que no pasa el tiempo por mí, la miro, por la cresta que es linda, que suerte tenía ese Fernando con las mujeres, lástima que se haya muerto… le pregunto que qué hace, dice que es ejecutiva de un banco, buena plata, pero mucho trabajo… caminamos por la avenida, la tarde es fresca, mis audífonos hace rato que suenan solos porque me los saqué. Caminamos un par de cuadras hacia adentro de la avenida y llegamos a un edificio de departamentos. Se ve contenta ella, entramos a su edificio, me siento raro, todo esto es raro, yo entrando a un edificio de esos caros y con piscina acompañado de una hermosa joven ejecutiva, y yo con esta pinta de metalero que no dejan entrar a un mall por miedo a que proteste o qué se yo . Es un lindo edificio, con piscina y todo, me dice que hace poco vive ahí, que disculpe el desorden, que no encuentro cuando entramos al fin a su depto, el 33-A en el 3er piso, tiene linda vista, a la calle, es pequeño pero acogedor, me sirve una lata de cerveza, que me relaje, que si quiero más saque no más del freezer, que hay de sobras, que va y viene, y pienso obscenamente en una escena porno con ella en su cama, escena que borro de mi mente con un sorbo de la fría beer. Mejor dejar eso a otros, me digo.
Estoy calmado pero atento, todo esto es muy raro, miro las fotos, los libros, me sorprendo de ver una foto del Fernando con ella a los 15 entre los libros, saco uno de Jodorowsky, sonrío, y me acuerdo que con ella conversábamos del tarot, de Jodorowsky, de metafísica, y que luego llegaba Fernando y nos reíamos, y que Fernando no entendía de esas cosas, era hombre muy práctico, metido a la matemática y la física, mientras yo estaba de cabeza en la música, las protestas y la literatura. Con Bernardita conversábamos de estas cosas, y de otras, y cómo no la fui a reconocer, porque en esa época ella era otra, fina, hermosa y bien hablada como ahora, pero joven, joven, llena de sueños y de metas impuestas por sus padres, no por ella, metas que viéndola ahora había alcanzado, dejando atrás a los de la clase, a los de nuestra generación, que terminaron de vendedores de grandes tiendas, de mecánicos, de milicos o de contadores venidos a menos… pero ella, siempre inteligente, siempre mirando pa delante, ahora con un depto, ahora con ropa fina, con un buen puesto, y seguramente con un buen sueldo que no imaginaba yo con mi sueldo de bohemio y soñador. Finalmente salió de su pieza, con otra ropa, siempre tan fina ella, siempre sonriendo, me pregunta si me acuerdo de lo que hablábamos entonces, de lo que soñábamos, de lo que creíamos, me toma la mano, me lleva a su mini bar, se sirve un poco de vodka naranja, mire que fina ella, se sienta a mi lado, me hace sentar a su lado, reímos, me relajo al final, cae la tarde, me pregunta por Fernando, por su perdida, por lo que pasó al final, me acuerdo lo que pasó al final, en su funeral al que llegué tarde, en el que no hable, en el que hablaron todos, hasta ella, que lloraba de esa manera, alguien la consolaba, no era yo ese alguien, era otro de los amigos de Fernando, y una amiga también creo. Me dijo que hubiera querido que fuese yo el que la consolaba, porque era yo el más cercano a ellos, no esos hueónes, me dice molesta un poco, la miro, es tan linda, tan fina, y recuerdo a Fernando, diciéndome que tuviera cuidado, en broma eso sí, de que ella era demasiado perfecta, que tenía miedo de terminar con ella, porqué era única, y yo, que no le pusiera tanto, que no debía ser así, porqué él la admiraba, no tan solo la amaba con ese amor juvenil de esas épocas, la admiraba, su fuerza, su inteligencia, su entereza, su belleza que opacaba a otras por lo fina, por lo dama, por lo bien educada, y nosotros como quiltros, desordenados, locos, risueños, recordaba también los viajes por la ciudad con ellos, la lluvia, porque parecía como que llovía siempre en el pasado, las tardes en el Normandie, donde él se dormía, y ella lloraba con la última escena de Blanc abrazada a mi brazo que se dormía con lo fuerte que lo agarraba, y luego nos separábamos, ellos se iban por su lado, yo por el mío, ellos a diox sabe dónde, yo a mis tocatas y mas caminatas por las calles grises… entonces conocí el tabaco, la pipa, a Tolkien en una rueda del Instituto chileno norteamericano, y así fueron pasando esos años, terminé lejos de todo eso, de ellos, de ella, cuando Fernando murió, cuando ella se fue del instituto, cuando yo partí al ejercito, y así fueron pasado los años, borrando las caras, borrando las voces, y luego estaba ella, ahora, frente a mí, hablándome de él, del pasado, de lo hecho, de lo que no…
Luego el silencio. Luego una mirada, afuera comenzaba a llover. Mire que destino más de mierda, como si algo evocara en el presente mis propias memorias oxidadas. Nos miramos en ese silencio enorme. Me preguntó si estaba con alguien, que no, le digo, hace rato terminé un matrimonio que no trajo mas que dolor. Que me estaba como sanando, que de nuevo estaba en lo de la música, sonríe. Tan linda ella. Sonríe. Me toma la mano. Quiero besarla. ¿Cómo no querer besar esa boca tan tierna, tan suave?... sonríe. Me acaricia la cara, se acerca a mí y me abraza, y llora. ¿Dónde estuviste?, me pregunta, ¿Dónde te habías metido tanto tiempo? Y llora, y llora y quedo desnudo ante ella, y no sé qué decir, ni que hacer más que acariciar su pelo tan perfumado, llora, y me mira, y sonríe, y nos hundimos en un beso lleno de dolor, de culpa, de vacío, de ternura olvidada…
© 2009, Klauss Demon. Derechos reservados. "Pohibida su reproduccion total o parcial."
Tambien puedes leer mis otras historias y poemas en: http://www.textale.com/klauss-demon/