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VIAJES MALDITOS
Y VIAJES A LO INFINITO
No, si la culpa era de ese hijo de puta.
De eso nada que decir.
Lo supo cuando Gutiérrez tragaba saliva y la expectación del público (del puto público) y las miradas de preocupación de los demás, y él que se quedó mirando ese millón de segundos a ver que cresta se podía hacer para arreglar esa tremenda cagada que Gutiérrez se estaba mandando ante un auditorio repleto.
Apenas eso, supo lo que pasaba.
“Le hicieron la cama”
“ Lo tienen listo con el sobre azul...”
Se acordó de eso en ese millón de segundos, y las imágenes en su cabeza calzaron.
Entonces la música, entonces la mirada de Gutiérrez como preguntando “y ahora qué”, entonces la mirada al auditorio, y un gesto suyo, y Gutiérrez reaccionó siguiendo la pauta que Bastián le diera media hora antes en la habitación del hotel.
Les cagó el plan. De eso era lo único que estaba seguro.
Pero ahora, camino a Punta Arenas, sabía que intentarían algo más contra Gutiérrez, era de suponer, desde que Gutiérrez se metiera con sus cosas de cuentas donde no debía, que algunos hijos de la grandísima puta lo querían cagar, y eso incluía a dos “peces gordos” de la gerencia.
Pero no contaban con su astucia.
¿Qué le podía importar a él, justamente a él, que Gutiérrez quedara cesante? ¿Le importaba acaso pensar en sus hijos, en su esposa, en su amante veintiañera? No. Era algo más grande, era algo que, vaya a saber humano alguno, se llama espíritu de caballero.
Por eso todo el pique desde ese hotel de La Serena hasta el aeropuerto, por eso en el avión desde La Serena hasta Santiago, desde Santiago hasta Concepción, desde Concepción hasta Temuco, de Temuco a Valdivia, de Valdivia hasta Osorno, y de ahí a Puerto Montt, y del hotel luego de todo lo que se hizo ahí, al aeropuerto El Tepual de Puerto Montt con el notebook encendido, haciendo y rehaciendo el discurso que Gutiérrez, otra vez Gutiérrez, debía dictar, pese a su terror escénico, pese a su miedo a dar discursos, a su temor a quedar tartamudo, a hacer el ridículo, a que le jodieran el trabajo como sabía que se lo querían joder desde que se metiera donde nadie le dijera que se metiera.
Así que Bastián, ojos cansados, aburrido de esa comitiva de mierda donde lo habían metido por ser el “único en la empresa” que sabía el tejemaneje de esas giras de charlas que daba la empresa todos los años para buscar nuevos socios, por eso Bastián ahí, el único que parecía saber qué cresta estaba pasando entre esos cerdos fascistas y Gutiérrez, y que me lleve la gran puta que sí se lo iban a cagar no más, y Punta Arenas era la última oportunidad de Gutiérrez de salvar el culo dignamente, o irse al carajo con hijos, mujer y amante veintiañera incluida.
- ¿no te cansa esa cosa? – le preguntó uno, en el transfer desde el aeropuerto de Punta Arenas al hotel en que se iban a hospedar mirando al notebook que él tan solicito llevaba encendido al parecer todo el tiempo.
- no, termino esto y me retiro a descansar...
- llevas todo el viaje hueviando con los gráficos y el discurso del Gutiérrez...
Bastián miró al imbécil de Gutiérrez, y al ver su vejez absurda, su pinta de oficinista de clase media, sus arrugas marcadas, sus lentes poto de botella y su cara de tonto al dormir, casi se arrepiente de estarle echando una mano en esa lid violenta en que se había metido por su “falta de carácter” y su “obsesiva compulsión a trabajar mas allá de lo que le convenía”. Casi, pero al verle la cara al que le hablaba, al acordarse de ese maricón hablando en el baño del hotel en Valdivia por celular con alguno de los que le habían hecho la jugadita a Gutiérrez, sus palabras de rabia de que Gutiérrez, de que ese malparido se la pudo esta vez, que no, que si no fue en Valparaíso, ni en Rancagua o donde fuere... sí, yo te aviso viejito, ya, bye... Ese hijoputa, claro, era uno más... pero ¿Qué cresta fue lo que Gutiérrez descubrió que lo quieren echar tan desesperadamente?
Bastián se quedó mirando el resto del camino a la ciudad. No mucho que ver en realidad: Nada de árboles, nada de carretera, nada de gente en las calles, nada de nada, solo el frío, el viento de mierda, y el hotel ése, parecía sacado de una mala película, pero bien atendido, gracias a dios.
Fuera lo que fuera que Gutiérrez supo, era grave, esa tenía que ser la única razón para que lo siguieran y lo mandaran lejos de la empresa a dictar parte de una charla imposible para atraer inversionistas a la empresa. Charla que sabían, por sus datos personales, que le iba a costar dictar, porque sabían que no podía responder preguntas complejas, que se le atragantaba el choclo en el cuello, que le sudaban las manos al tener que pararse ante más de diez personas, y que si él estaba en medio, que si los porcentajes de inversionistas “no eran los esperados”, los “calculados por los empresarios”, los ya necesarios “para expandir más aun el área de producción e influencia de la firma”, ellos sabían a quien echarle al culpa. Fácil el chivito expiatorio.
Bastián, entonces, supo que, aparte de ser él apenas una ficha más, una especie de apoyo logístico y administrativo, de cuasi ayudante psicológico para esos que iban en la delegación, era una suerte de instrumento para evitar eso que debía evitar: Que cagaran a Gutiérrez.
No sabía por qué, que no era asunto suyo, de hecho, que Gutiérrez era el que menos le importaba de su sección, y, de hecho, no le importaba. ¿Porqué hacerlo? ¿Porqué salvarle el culo a ese tipo cuarentón y poco amable, porqué a él?
Esa noche en el hotel, la secretaria del sr. Andrade, el que iba a cargo de todo, o sea, el cabron del baile, la secre, la Valentina Mackenna, lo pilló caminando por uno de los pasillos, fumando, fingiendo que no pasaba nada, mientras afuera corría un viento que te lo encargo, le pidió que si porfa, Bastián, ¿puedes acompañarme a una copa?, y él, que no bebo, en serio, y ella, que anda, una sola, que me siento solita, y él, que apaga el cigarro en un cenicero improvisado, y que por ser tú no más...
- ¿Verdad? – dijo ella mientras él le servía ese champagne que ella pidió, en el comedor casi desierto del hotel.
- ¿Qué?
- que sales con la hija del jefe...
“Fantástico”, pensó él llenando su vaso.
- no, ¿quién dijo eso?
- es el rumor que corre por toda la empresa...
La Valentina parecía sonreír con cada palabra.
Y él aprovechó de arremeter sin asco a esa pregunta.
- ¿y es verdad que eres la amante del jefe de mi sección?
Ella lo miró asustada, pero sonrió al final.
- ¿más rumores? – preguntó ella.
- no: los vi saliendo del motel de la otra cuadra de la empresa hace dos semanas.
Ella quedó helada.
- no le he contado a nadie, ni me interesa, no es asunto mío... – aclaró él bebiendo de su copa.
Ella bajó la mirada avergonzada. ¿Cómo podía él saber “eso” exactamente, sin que ella supiera nada de él más que por los rumores?
- mira: por mí nadie se va a enterar, es tu vida, no la mía. – le dijo él serio.
- Bastián, por favor te pido que no le digas a nadie... – suplicó ella mirándolo avergonzada.
- ya te dije que no es mi asunto, Valentina. – dijo él seriamente, pero sin preocupación.- claro que todo tiene su precio...
Ella lo miró sorprendida.
- nunca lo hubiera pensado de ti, Bastián... pedirme eso... o sea, tu me gustas, pero...
- alto ahí, alto ahí. No te he dicho nada, no te imagines cosas. Lo que yo te quiero pedir es información.
Ella asustada que no podía más.
- ¿qué tipo de información? – dijo ella.
Bastián sirvió otra copa para ella.
- mira, Vale, tu me caes rebién, en serio, y no quiero... ah, al carajo, ¿sabes que cresta pasa entre el Gutiérrez y el Andrade?
- nada que yo sepa...
- ¿no te ha dicho nada el jefe de sección?
- ¿de qué?
- hace algunos meses se perdieron doce millones de pesos de la empresa, maquillaron los informes, y Gutiérrez lo descubrió y lo quieren cagar por miedo a que dé cuenta en el Servicio de impuestos, ¿no sabías?
- ¿de donde sacaste esa información?
- Tú eres la que trabaja en finanzas, ¿o no? ¿Por qué no sabes lo que pasa con las platas que se supone ustedes administran?
- de verdad que si eso pasó no fue en finanzas...
Bastián sonrió con ironía.
- gracias... – le dijo.
- ¿porqué?
- solo quería saber si había sido en finanzas o en contabilidad donde se perdió la plata.
Valentina volvió a quedar en blanco.
- pero... pero tu...
- ahora falta saber a dónde se fue esa plata. – aclaró Bastián. - ¿no te conté que estudié contaduría y administración también?
Ella se quedó mirándolo, tratando de aclarar las cosas.
- ¿vamos a una disco? – le dijo él bebiendo de su copa.
- pero si se supone que tu eres gay...
Bastián se rió de buena gana.
- si fuera homosexual no se correrían rumores por la empresa de que ando con la hija del súper jefe, ¿o no?
Ella se sonrió casi con incredulidad.
* * * *
Bastián casi no cabía en sí cuando los aplausos llenaron el auditorio de la UMAG a lo que Gutiérrez finalizaba su discurso, y le dio una mirada al sr. Andrade, que aplaudía con desgano, con cara de choreado, y entonces Bastián subió al palco y fue el primero en felicitar a Gutiérrez con un abrazo fuerte.
La Valentina le dio una mirada medio cómplice a Bastián.
Al final, las cifras azules en las carpetas, las fotos de los foros, las expos, las galerías. Todo bien. Al carajo de bien.
Y la cara de algunos cuando llegaron a la empresa ese lunes, las caras de esos cerdos, y la próxima denuncia y ascenso de Gutiérrez a jefe de personal de la sección finanzas, Bastián que no contaban con su astucia, hijos de la gran puta, no se lo esperaban de ese modo...
En realidad, nadie lo esperaba de ese modo. No de Bastián, no de Gutiérrez, no de la Valentina, que terminó peleada con el jefe de la sección de Bastián, que era su amante.
Y Bastián, celebrando a puerta cerrada, cerveza en mano, peli de terror en la tv, y la duda de esos rumores de que él, justamente él, maldita sea, andaba con la hija del jefe, la de 14, la de siempre, esa que iba a darse una vuelta a la empresa a ver a su papá, pero que en realidad siempre pasaba a verlo a él, que estaba o pegado en el computador, café en la mano, cigarro en la boca, lápiz en la oreja, o mirando por la ventana con un café descansando un poco de la pantalla brillante, y ella que llegaba ante la vista de todos llamándole “tío” cuando mejor le decía Bastián no más, ¿no ves que me joden los demás?, y ella que se reía, que vine a ver a mi viejo, pero que no me pesca, en cambio tú sí...
Y Bastián celebrando y mirando el celular que suena anunciando otra de esas miles de llamadas que ella le hacía, y que él no iba a contestar ni loco...
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