domingo, 7 de diciembre de 2008

Un pequeño "borrador" para uno de mis libros

“si tienes miedo, el miedo atraerá lo que temes”.
Esa fue su primera lección. Lo primero que aprendí de brujería, y me lo enseñó un cura…
Que irónico… tenía tanto miedo que me meaba de solo ver a aquel pendejo hueón cerca. Cada vez que me veía, cierto, olía mi miedo, y ese olor lo atraía… lo supe mas tarde. Sabía que le temía, esa era su arma… su poder sobre mí… y debía romper ese circulo, romper la balanza del miedo…
Ese miedo, me dije una noche temblando en el water del colegio en medio de una paliza que me daban ese hueón y sus amigotes de mierda, ese miedo era lo que me paralizaba, el miedo de ser inferior, de ser pasado a llevar, de no poder pararlos cuando me agredían…, no el dolor en sí, como entendí mientras me partían las costillas a patadas, el dolor me paralizaba, igual como un conejo frente a un foco, quedaba esteril, sin fuerzas, y necesitaba fuerza para parar todo el dolor, para invertir el orden, para ser fuerte, y para eso necesitaba el odio, no paz y amor, no poner la otra mejilla, eso solo alargaba mas el sufrimiento, necesitaba llegar al odio antes que al dolor, y así, dejar de temer…
Lloré por última vez ante los ojos de esos pendejos de mierda aquella noche. Tenía 10 años. Sangraba por todos lados, se fueron riendo, burlándose de mí, de mi patética y debilucha postura. Fue la última vez que me vieron así…
“el miedo atrae lo que temes”. Que puta y gran lección. Pasé 5 días en la enfermería. Nada grave. Dos costillas fracturadas, la cara hecha puré y nada más. Una camisa de yeso que llevé casi 3 meses y las burlas de esos conchesumadres… pero ese mes no me molestaron mas. Ese mes pensé en esa frase. Ese mes, entre sus bravuconadas y sus burlas, comencé a pensar…. En la venganza.
Un niño de 10 no piensa en eso. Pero ya, era yo, y ya pensaba que no existía el viejo pascuero a los 4, cuando se supone que debía creer en él a pata junta. Lo mismo con lo de dios. Tenía 9 cuando cuestioné a un cura en plena clase de catecismo. No me acuerdo bien qué le pregunté, era algo con lo de la guerra en el cielo, el dios vencedor y sabio, lleno de amor… el porqué expulsó a su primer hijo, Luzbel, del cielo, en lugar de explicarle lo que él pedía. Porque el dios de amor mandó a la chucha a su preferido… y lo cambió por un secundón como Jesús…. Al cura no le gustó, no que cuestionara. Bueno, eso tampoco, eso y que le dijera secundón a su dios Jesús. Eso y que pensara por mí mismo. La cosa funciona solo si no cuestionas. Así funciona la fe católica. ¿O no? Pero yo cuestioné. Yo pensé más allá de las palabras de un cura de pueblo que no llegaba más allá de su puto Cristo. Y de regalo me voló la cara de un palmazo. Ante las burlas del resto, ante el dolor de ese golpe injusto y maricón, no tuve miedo, por primera vez, en serio, odié. Odié tanto que mi odio se volvió a ese cura como una mirada, sentí un calor inundándome el cuerpo, un calor que me vigorizaba, que me fortalecía, que me hacía sentir indestructible, grande, poderoso, y miré a ese viola-niños a la cara con un odio que lo hizo retroceder, su gorda cara se había pasado de la rabia del golpe que le dio a ese niño a un miedo que no había experimentado nunca…
No recuerdo bien qué le dije, tenía 10, los recuerdos son borrosos, imagino que fue algo feo para un pendejo, pero el cura se alejó y me mandó cagando fuera de la sala. Al salir no pude menos que sonreír con ironía. Fue la primera vez que recuerdo sonreír así…
Este es el inicio. El momento en que la oveja se convierte en lobo. El preciso puto instante en que al cordero le salieron garras y empezó a cagarse sobre los otros…
Las burlas eran constantes. Ese grupillo de hueones siempre buscaban nuevos como yo para cagarles la vida. Antes estuvo un tal Manuel Ladrilleros, un pendejo enclenque hijo de dos abogados que apenas le decias “hay” él se los bajaba sin mas. Fue su mascota hasta ese año en que me vieron llegar. Pero lo que le hicieron a él a mi nunca me lo hicieron, pero estuvieron cerca. Las palizas fueron por no dejarme ser su perra. Tenían como promedio 15 años. La berga a esa edad se pone dura con lo que sea, y en un internado de niños ese “lo que sea” va desde un colchon hasta una gallina, pasando por otros niños. Y a esos pendejos de mierda le gustaban los nuevos.
Me dejaron tranquilo mientras me curaba de las costillas, otros fueron blanco de sus jueguitos en ese lapso. Y ese tiempo lo aproveché para estudiar mas sobre aquella frase que me dijo el cura. Creo que fue un periodo además de conflictivo, de una búsqueda casi paranoica por un asidero. Mis padres se llevaban como la raja. Mi viejo golpeaba constantemente a mi madre por lo que fuera, y ella callaba por su “rol” de mujer de abolengo señora de alto oficial de la armada. Debía callar porque era lo “correcto”, porque “se veria mal” y toda esa mierda, y el hueón de mi padre se aprovechaba de eso.

- Esto es parte de un libro que escribo, sin titulo por el momento, pero que ya está en marcha hace un año y tanto, el que habla es Ivan Marini, uno de los protagonistas, que le cuenta parte de su historia a una futura aprendiz, Francesca. Ivan es Mago, o Brujo, o lo que el lector de la saga quiera etiquetar de él. para mi es un mago. uno muy poderoso...
Ojo: No es la tipica historia mamona de brujos y eso....-

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